martes, 24 de mayo de 2016

Antropología indigenista

LOS PUEBLOS INDÍGENAS DE MÉXICO
CDI
TEXTO COMPLETO:
http://www.cdi.gob.mx/dmdocuments/monografia_nacional_pueblos_indigenas_mexico.pdf

¿QuiéNes soN los iNdígeNas de méxico? ¿cuáNtos soN? ¿cuáNtos difereNtes
pueblos iNdígeNas existeN eN Nuestro país? ¿cómo podemos distiNguir a Quie-
nes son indígenas de quienes no lo son? ¿Qué es lo que hace indígena a un indígena?
¿Cómo debemos llamarlos, indígenas o indios?
En esta monografía veremos que las respuestas a tales preguntas no son nada
sencillas, pues existen múltiples debates alrededor de cada aspecto de la vida y la
cultura de los pueblos indígenas mexicanos. Para empezar, como veremos en este
apartado, los grupos no indígenas de nuestro país tienen concepciones sobre los 
indígenas a veces erróneas y simplistas que les impiden conocer y valorar mejor 
sus culturas. Por otro lado, las leyes y el gobierno también han definido a estos gru-
pos desde afuera, creando diferentes instituciones y políticas para tratar con los 
diversos aspectos de su vida. Estas visiones y prejuicios externos han influido y 
afectado a las sociedades indígenas; por ello tenemos que tomarlas en cuenta y ana-
lizarlas antes de poder conocer mejor esas sociedades.
En este libro utilizaremos el término indígena, que significa “originario de un
país” en su acepción más básica, pero que tiene también diversos significados cul-
turales, económicos y políticos. Éste es el que se emplea oficialmente en las leyes
?
los Pueblos indígenas de México
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?
Pueblos indígenas del México conteMPoráneo
e instituciones de nuestro país y no tie-
ne la carga despectiva que, desgracia-
damente, en ciertos círculos se asocia al
término indio que les fue dado a los ha-
bitantes originales por los conquistado-
res españoles en el siglo XVI.
los indÍgenas vistos desde
afuera
Cuando escuchamos la palabra indio o
indígena inmediatamente nos vienen a
la mente imágenes e ideas que suelen
reflejar más nuestros prejuicios e igno-
rancia que las realidades y las culturas
de esos grupos.
En primer lugar, concebimos a los indí-
genas como una “minoría” que se distin-
gue con claridad de los mestizos, quienes
supuestamente constituyen la “mayoría”
de los mexicanos. Esta concepción colo-
ca a los indígenas en una posición subor-
dinada, pues los define no en función de
sí mismos, sino de sus diferencias con los
demás mexicanos: son ellos los que ha-
blan idiomas distintos a la “lengua nacio-
nal”, el castellano; son ellos los que tienen
costumbres diferentes, los que se visten
de otra manera, los que no se han “inte-
grado” plenamente a la nación y a la ma-
yoría mestiza. Por eso se suele concluir
que la existencia de esta “minoría” indíge-
na constituye un “problema” para México,
el cual debe ser resuelto integrando a los
indígenas a la nación, es decir, haciendo
que su cultura, su lengua y sus formas de
vida se conformen a la norma definida por
los mestizos.
Esta concepción es simplista en dos
frentes. Por un lado, al concebir a los
indígenas como una minoría, los uni-
fica entre sí a partir de sus diferencias
con los mestizos, pero se olvida que en
este país existen más de 62 grupos et-
nolingüísticos distintos y que hay gran-
des diferencias entre ellos, pues tienen
sus lenguas propias, sus tradiciones par-
ticulares y conservan características de
sus formas de vida ancestrales. Por otro
lado, ignora que la “mayoría” mesti-
za también está compuesta por grupos
Utilizaremos el término indígena como “originario de un país”; 
es empleado oficialmente en las leyes e instituciones de nuestro 
país porque no tiene la carga despectiva que se asocia 
al término indio.
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los Pueblos indígenas de México
muy diferentes entre sí, marcados por
profundas distancias sociales, cultura-
les y regionales. Resulta más exacto afir-
mar que en México no existe una ma-
yoría mestiza y una minoría indígena,
sino muchos grupos con culturas y for-
mas de vida diferentes, algunos indíge-
nas y otros no.
Otra visión generalizada de los indí-
genas mexicanos recuerda su margina-
ción económica y social. Las imágenes
que vienen a la mente son las de hombres
y mujeres, ancianos y niños empobre-
cidos, sea que vivan en comunidades
rurales aisladas y atrasadas, “como han
vivido desde hace siglos”, o que hayan
emigrado a las ciudades para trabajar en
el servicio doméstico, las labores ma-
nuales o para pedir limosna en las ca-
lles. Es por eso que en nuestra sociedad
la palabra indio se suele asociar con 
el estigma de la pobreza, el atraso y la
ignorancia. Así, los indígenas son con-
cebidos como un grupo al que se debe
ayudar; de esta manera también se cons-
tituyen en un “problema” para nuestro
país y corresponde a los no indígenas
En México no existe una mayoría
mestiza y una minoría indígena,
sino muchos grupos con culturas
y formas de vida diferentes,
algunos indígenas y otros no.




Pueblos indígenas del México conteMPoráneo
asistir, educar y redimir a sus hermanos
menos afortunados.
La relación de identidad entre “ser
indígena” y “ser pobre” corresponde en
gran medida a la realidad de los pue-
blos indígenas de nuestro país, pues pa-
decen de un grado de marginación so-
cial y económica muy alto, en muchos
casos mayor al del resto de la población
mexicana. Esta lacerante situación es re-
sultado de siglos de explotación y dis-
criminación, pero se ha acentuado y se
ha hecho más visible en las últimas dé-
cadas, afectando, sin duda, a los grupos
indígenas de nuestro país y dificultándo-
les el desarrollo y su florecimiento.
Sin embargo, concebir a los indí-
genas como víctimas necesitadas de
la ayuda de los mestizos y del gobier-
no significa negarles, aunque sea con la
mejor de las intenciones, su propia ca-
pacidad de valerse por sí mismos y de
intentar resolver sus problemas, algo
que todos los pueblos indígenas han he-
cho a lo largo de su historia y desean
hacer en la actualidad. Esa actitud es el
fundamento de múltiples políticas pa-
ternalistas que han intentado ayudar a
los indígenas desde afuera, sin tomar en
cuenta lo que esos pueblos querían o
necesitaban realmente, lo que las ha lle-
vado al fracaso.
Otra trampa implícita en esta visión
consiste en atribuir la marginación que
padecen al supuesto atraso de sus cultu-
ras y sus formas de vida. En esta lógica,
se afirma que las culturas indígenas son
tradicionalistas y por ello contrarias al
progreso y la modernidad, lo que es la
causa principal de las carencias econó-
micas y sociales de estos pueblos. Cul-
par a los propios indígenas de su mar-
ginación es inexacto e injusto, pues
significa negar o menospreciar las for-
mas de racismo, explotación y discrimi-
nación a las que han sido sometidos du-
rante los últimos cinco siglos por parte
de los otros grupos que viven en nues-
La discriminación hacia los indígenas que usan su propia 
lengua o su vestimenta típica, o incluso por sus rasgos físicos, les
afecta seriamente, pues muchas veces les impide el acceso 
a servicios, trabajos y oportunidades que sí están disponibles 
para otros mexicanos.
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los Pueblos indígenas de México
tro país. En realidad, la marginación de
los pueblos indígenas es producto de la
combinación perversa de factores in-
ternos a sus sociedades y de factores y
fuerzas externas.
Además, existe en nuestro país otra
visión de los indígenas que es abier-
tamente racista y que se alimenta de 
las concepciones anteriores. En muchos
círculos sociales de México, la palabra
indio se ha convertido en sinónimo 
de “atrasado”, “ignorante” e incluso
“tonto” y se utiliza como insulto. En mu-
chas ciudades y pueblos de nuestro país
es frecuente que a los indígenas se les
trate mal y se les discrimine porque ha-
blan una lengua diferente o se visten de
manera distinta a los mestizos, o sólo
por sus rasgos físicos. Estas actitudes ra-
cistas afectan seriamente a hombres,
mujeres y niños indígenas, pues muchas
veces les impiden el acceso a servicios,
trabajos y oportunidades de mejora-
miento que sí están disponibles para
otros mexicanos.
Por otra parte, la televisión mexica-
na practica otra forma de racismo con-
tra los indígenas, y contra muchos no
indígenas de piel oscura, pues casi la
totalidad de los actores que aparecen en
programas y publicidad tienen un físico
europeo, que se asocia con belleza y so-
fisticación; los pocos con rasgos indíge-
nas suelen ser presentados como tontos,
ignorantes y vulgares. Estas representa-
ciones fomentan y agravan el racismo
que se practica en la sociedad.
El racismo contra los indígenas es
una de las principales barreras que en-
frentamos para comprender las com-
plejas realidades de estos pueblos, pa-
ra reconocerlos y darles su lugar en la
sociedad mexicana. El mejor antídoto
frente a esta actitud tan negativa es, sin
duda, el conocimiento. Mientras mejor
conozcamos las culturas y las formas de
vida de los pueblos indígenas de Méxi-
co, más capaces seremos de cuestionar
las visiones prejuiciosas y aprendere-
mos a respetarlos, a tratarlos realmente
como conciudadanos y compatriotas.
Claro que no todas las concepciones
de los indígenas son negativas. Muchas
veces, cuando pensamos en ellos, recor-
damos con orgullo a “nuestros antepa-
sados”, los pueblos prehispánicos, y sus
gloriosas civilizaciones, sus pirámides y
sus monumentos. Desde pequeños los
mexicanos aprendimos en nuestras es-
cuelas que somos descendientes de esos
pueblos, y que somos los herederos de
sus glorias culturales. Sin embargo, el
respeto y admiración que sentimos por
los indígenas del pasado no siempre se
extiende a los del presente. A lo largo de
los últimos dos siglos, muchos pensado-
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Pueblos indígenas del México conteMPoráneo
res, incluso antropólogos, han lamenta-
do el estado “miserable” de los pueblos
indígenas contemporáneos, en compa-
ración con las glorias de los indígenas
de tiempos prehispánicos, y han culpa-
do de ello a los estragos de la conquista
española. Así, se suele hacer una injus-
ta distinción entre el “indio muerto”, es
decir, las culturas indígenas del pasado,
dignas de admiración, y el “indio vivo”,
o sea, las culturas indígenas del presen-
te, dignas de desprecio y lástima.
Otra visión menos negativa concibe
a los indígenas de hoy como herederos
y custodios legítimos de las gloriosas
tradiciones prehispánicas y los admi-
ra por tal razón. Desde este punto de
vista, es encomiable que los indígenas
conserven las costumbres, las formas de
vida y las lenguas que han mantenido,
supuestamente, desde tiempos prehis-
pánicos, y es lamentable que las “pier-
dan”, al usar el español, emplear la tec-
nología moderna o vestirse como los no
indígenas.
Pese a que reconoce los méritos y los
valores de las culturas indígenas, esta
visión resulta problemática, pues identi-
fica a los pueblos de hoy con un pasa-
do distante casi cinco siglos y concibe
cualquier transformación en sus cultu-
ras y sus realidades como algo negativo
porque implica una pérdida de sus au-
ténticas raíces prehispánicas.
Incluso desde esta perspectiva su-
puestamente más favorable, se termi-
na por concebir a los pueblos indígenas
como grupos pasivos, aferrados a su pa-
sado y amenazados por fuerzas externas
que les son completamente ajenas, las
cuales amagan con destruir lo que tie-
nen de más valioso y de más auténtico.
Desde este punto de vista, los indígenas
también requieren la asistencia de los
no indígenas, en este caso para conser-
var y defender sus tradiciones. De esta
manera los pueblos indígenas son redu-
cidos a pintorescas reliquias del pasado
perdido y se les niega el derecho a cam-
biar y progresar.
En este libro veremos que los pueblos
indígenas han sobrevivido durante los
últimos cinco siglos porque han sabido
adaptarse a las nuevas realidades, apren-
Los pueblos indígenas han sobrevivido
durante los últimos cinco siglos porque 
han sabido adaptarse a las nuevas 
realidades. Ser indígena no ha significado
aferrarse al pasado, sino saber armonizar 
el cambio con la continuidad, la fidelidad 
a las tradiciones con la capacidad 
de adaptación.
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los Pueblos indígenas de México
der de la cultura europea y de las cultu-
ras africanas que llegaron a nuestro país,
así como de las grandes transformacio-
nes que ha traído la independencia y la
modernización del país. Ser indígena no
ha significado aferrarse al pasado, sino
saber armonizar el cambio con la conti-
nuidad, la fidelidad a las tradiciones con
la capacidad de adaptación.